Leodegario López Ramírez, el hijo
predilecto de Huetamo, lleva ya dos semanas en estado crítico de salud en su
residencia mexiquense del Fraccionamiento Magisterial Vista Bella, en Tlalnepantla,
así como en el Hospital San José de Ciudad Satélite, donde se debate entre la
vida y la muerte aquejado de problemas intestinales y complicaciones cardiacas
y cerebrales, según se nos reportó vía telefónica, y que después constatáramos
al visitar el citado nosocomio donde el viernes 4 de diciembre se le extirpaba
la vesícula y quedaba bajo estricta terapia rodeado de sus seres queridos,
entre hijos, nietos, nueras y muchos fieles amigos de la política nacional
preocupados por su delicada salud.
López Ramírez nació un día 22 de
febrero de 1925 en la vieja, polvosa y apartada comunidad de Huetamo, Michoacán,
pero aquel niño moreno traía, como se dice, una torta bajo el brazo, de tal
forma que a pesar de crecer en una galopante pobreza logrará su familia sacarlo
de aquel entorno provinciano y enviarlo a estudiar nuevas luces a la distante
Morelia, donde el arisco joven logra trastumbar las aulas de la capital del
estado y avanzará rumbos de Atlacomulco para estudiar una carrera magisterial
normalista y de esa forma convertirse en un avispado profesor rural, donde
tendría como compañero de banco al güerito mexiquense de ascendencia alemana,
Carlos Hank González, mientras que como una especie de tutor de ambos
estudiantes parecerá la figura del famoso político y diplomático don Isidro
Fabela, quien será la luz guía que los encaminará por los senderos de la
política mexicana con bastante éxito.
Hoy, López Ramírez, con 90 años de
edad cumplidos y con la reciente satisfacción de haber recibido en fecha
reciente la Presea Generalísimo Morelos que anualmente entrega el Ayuntamiento
de Morelia, quien junto con su Cabildo encontró en la figura del profesor rural
huetamense el personaje ideal para que en 2015 se le entregara tan meritoria
distinción en un acto registrado en el Teatro Morelos, pero con anterioridad,
en febrero de ese año el profesor, político, naturalista, escritor y cronista de
Tierra Caliente recibía, en vida, un memorable homenaje popular en su natal
Huetamo, incluida la inclusión de su nombre a una avenida de Purechucho y una
placa de bronce que lo inmortalizó en la pérgola que gestionara para esta
ciudad en su calidad de oficial mayor de gobierno con el gobernador Agustín
Arriaga Rivera en el periodo 1062-1968. Hombre sencillo y afable, de envidiable
memoria fotográfica y talento descomunal, López Ramírez se desempeña para
1950-1960 como subdirector de Enseñanza Secundaria en el país, siendo su jefe
inmediato Arquímedes Caballero, por lo que gestiona y logra traer a Huetamo la
primera escuela secundaria federal que conoció esta ciudad, pero antes había apoyado
la magna celebración del IV Centenario de fundación, y apoyó el nacimiento del
popular periódico El Cuarto Centenario,
que en los años 50 marcó una época.
Ya como hombre maduro, López
Ramírez alcanza otros planos en la política mexiquense donde se desempeñará
como alcalde de Tlalnepantla en los años 80, y después como diputado federal, y
ya no alcanzó la Senaduría por cuestiones de edad, pero aprovechará el tiempo
para visitar con mayor frecuencia a Huetamo, construir el Hotel Iquimengari y
enseguida el Museo de los 50 Pares consagrado a Morelos, se dedica a escribir
el libro La Cabalgata Morelos, viaja
por el mundo y se perfecciona en estudios de corte naturalista y también como
acucioso investigador de las correrías de Morelos junto con el original de la
primera Constitución que conoció México, de la que dio parte de sus escritos en
Cambio de Michoacán, dada la fina amistad
que lo une con el jefe de este barco editorial, Vicente Godínez Zapién, y que
dada la crítica situación que vive el viejo maestro desde esta columna enviamos
un cálido saludo y deseos de pronta recuperación.
Ángel Ramírez Ortuño
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