lunes, 30 de septiembre de 2013

Aguas podridas

Las recientes contingencias climatológicas que afectaron a la Ciénega vinieron nada más a confirmar lo que de sobra sabíamos, que se han juntado el hambre con la necesidad y ha ocasionado un estanque de aguas podridas.
De manera clara y tajante, el gerente del Módulo de Riego La Palma señaló que la mayoría de las inundaciones registradas en esta región se dieron debido al desvío del Río Sahuayo para poder generar asentamientos humanos, esa declaración fue sólo la punta del iceberg.

Lo cierto es que estas aguas podridas son el resultado del hambre, la avaricia y la codicia de fraccionadores y algunos funcionarios al autorizar fraccionamientos donde no debió hacerse, y a esto se suman la necesidad, la urgencia de cientos de familias que buscaban tener un patrimonio.
Casos como la colonia La Esperanza, en la Tenencia de Francisco Sarabia, que se encuentra construida en lo que era un caja reguladora de flujo del Río Sahuayo, o el Fraccionamiento 18 de Marzo, ubicado en la zona norte de Jiquilpan y autorizado a construirse sobre el cauce de un caudaloso arroyo, son muestras palpables de este afán del ser humano por querer controlar una fuerza inconmensurable y de la soberbia de quienes gobiernan.
Ejemplos como estos sobran y están a la vista, en el desvío del Río Sahuayo para poder fraccionar lo que hoy es el binomio San Miguel-Flamingos, los nuevos fraccionamientos que se autorizan en el potrero de El Cienal del Ejido Cumuatillo, de Venustiano Carranza. Así, los asentamientos en las partes bajas son una clara muestra del contubernio entre fraccionadores y las correspondientes autoridades municipales.
Aunque usted no lo crea, la naturaleza es la menos culpable, ella hace lo que tiene que hacer, la culpa se distribuye de forma equitativa entre fraccionadores, autoridades locales y los mismos compradores.
Las condiciones de inundación, riesgo sanitario y miseria que viven ahora los colonos de Francisco Sarabia, en Jiquilpan, son solamente el resultado de acciones y mezquindades humanas, la mezquindad de quien les vendió y el gobierno municipal timorato que no pudo, no supo o no quiso oponerse a esta venta, a sabiendas de que docenas de familias se fincaban a escasos metros de un endeble borde de contención y en un lugar diseñado para que este borde descargara en caso de rompimiento.
Nadie puede llamarse sorprendido ni tratar de minimizar lo ocurrido, aunque ese sería y será el procedimiento mediático habitual, hacer un control de daños, pero no daños materiales, sino los daños mediáticos, que son los que afectan con miras al próximo escalón político.

Tres estocadas…
Cuando es evidente que los demás tienen elementos para desmentir lo que se dice, lo mejor es quedarse callado, pero parece que nadie le explicó esto al regidor del PRD, Ulises Lúa, por cierto también presidente del Consejo Político Municipal del PRD, y es que en la pasada sesión de Cabildo le clavaron tres rejones brutales al joven político.
Resulta que el regidor pidió al colegiado que se le informara si había habido afectaciones a causa de las lluvias registradas, a lo que con campechana franqueza, el regidor de Protección Civil, Óscar Sánchez, le invitó a llenarse las botas de barro para constatar las afectaciones.
No contento con la primera estocada, Lúa Arteaga se quejó de que tras el esfuerzo que significó la plaza principal, el espacio no era utilizado, a lo que el edil Álvarez Cortés le invitó a darse una vuelta al centro de la ciudad ya que, aseveró, al menos tres mil personas se dan cita cada ocho días.

El último se lo dieron los comuneros de Totolán, quienes después de lo ocurrido con la calle Matamoros, de plano lo han declarado como un interlocutor carente de valides y fiabilidad.

La política en la Ciénega | José Luis Ceja Guerra

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