Por más que se diga lo contrario, entendemos que de
alcanzarle el tiempo, el gobernador interino de Michoacán deberá revisar el
accionar de dependencias que han quedado a deber y cuya ineficacia pone en
riesgo la estabilidad de algunos municipios.
Vistos los hechos en la entidad, pero sobre todo en
la Región Ciénega, es la Comisión Coordinadora del Transporte la que más ha
fallado merced al desconocimiento del tema y a la inoperancia manifiesta; el
hecho de que los líderes estatales de los grupos transportistas fijen de manera
arbitraria las tarifas, ordenen plantones y cierre de vialidades, habla de un
vacío de poder, al menos en este asunto.
No se puede concebir ni consentir un órgano rector
que no rige, una Comisión Coordinadora que no es capaz de coordinar a sus
propios elementos, es impensable que en el actual estado de cosas se pretenda
que la Cocotra constituya una figura de autoridad en el tema del transporte
cuando los acuerdos tomados con los transportistas de Jiquilpan son rotos en
los hechos horas después de haberse tomado de palabra, cuando en Sahuayo los
fieles a Trinidad Martínez Pasalagua incrementan el pasaje en colonias
económicamente vulnerables bajo el solo argumento de la palabra de su líder.
La Cocotra se ha convertido, valga la paráfrasis, en
“un héroe de mentiras, un gigante de papel” al que nadie respeta; le ha pasado
lo que a la lucha libre mexicana, que merced al vedetismo de sus réferis,
perdió credibilidad, los inspectores en el caso de esta región se han
convertido en simples mandaderos entre los grupos de transportistas, carecen de
la autoridad que brinda la imparcialidad.
Al margen de que ante el gobierno del estado la
Cocotra no rinde, su ineficacia, su desdén, su falta de voluntad pues, ha
puesto varias veces en riesgo la estabilidad de los municipios de Jiquilpan,
Sahuayo, Villamar y Venustiano Carranza, en los que los temas de invasión de
ruta, pasajeo de taxis y confrontaciones verbales, además de bloqueo de calles
y colonias, son recurrentes.
En Venustiano Carranza, los taxistas han informado a
la Cocotra del accionar ilegal de los taxistas de Pajacuarán, los de Jiquilpan
sobre los de Villamar y de Sahuayo, los de Sahuayo sobre los de Cojumatlán y
los de Cojumatlán sobre los de Sahuayo y nada ha pasado y lamentablemente nada
pasará.
El problema con el transporte, al menos en el plano
estatal y en este caso el regional, es la fuerte conexión de esta actividad con
el quehacer político, desde el ex diputado local priista Martínez Pasalagua
hasta el actual regidor del PRD en Jiquilpan, Salvador Sánchez, el tema de las
concesiones, los acomodos de rutas y las decisiones pasan más por lo
políticamente correcto que por las verdaderas necesidades de transporte de los
barrios y colonias.
Casos como Sahuayo y Jiquilpan, donde prácticamente
pululan los prestadores de servicios de transporte en las zonas del centro
mientras que existen colonias alejadas, como Flamingos en Sahuayo y Colinas del
Paraíso en Jiquilpan, sujetas a un férreo monopolio en materia de transporte
dan fe del párrafo anterior.
Y es justamente esto lo que preocupa porque a final
de cuentas, en este juego perverso de poderes y negociaciones en el que la
Cocotra, los transportistas y las autoridades municipales hablan y opinan, el
ciudadano, ese que a veces tiene que esperar horas por la combi, por el taxi o
el camión, ese que se sienta en sillones derruidos, que aguanta el mal humor
del chofer y que es el que finalmente paga los sueldos de los funcionarios, los
lujos de los líderes y los vicios de los choferes, es el que menos puede alzar
la voz para quejarse.
Posiblemente, alguna vez la Cocotra fue figura de
autoridad, sin embargo arrastra ahora el estigma del tango de Gardel: “La
vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser…”
-José Luis Ceja Guerra
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