miércoles, 13 de febrero de 2013

El olvido de Angangueo


A tres años de la tragedia, Angangueo ha dejado de ser visto como botín, pero esto es simplemente porque el dinero para la reconstrucción dejó de fluir. El que había se lo robaron entre el entonces alcalde, el gobernador y, claro, la Federación. Pero el trabajo no ha terminado, la problemática sigue presente, la herida no ha cerrado, el dolor no ha sanado.

No podemos culpar a la naturaleza salvaje que se ensañó con los anganguenses el 4 de febrero de 2010, como respuesta al mal manejo que se ha hecho de los recursos naturales para enriquecer a algunos con la complicidad de las autoridades. Pero sí podemos señalar a aquellos que volvieron a golpear a los heridos, a los que ya estaban lastimados y a quienes prometieron ayudar y engañaron, robaron. El que la tragedia de Angangueo siga presente es producto de la corrupción y la impunidad, primero; y del olvido, después.
Ya nadie que no sea anganguense y que haya vivido en carne propia el miedo a la lluvia interminable, el estruendo que el agua fuera de control provocaba, así como los deslizamientos de tierra, se acuerda de lo ocurrido.
Los gobernantes de ese tiempo se llevaron todo el dinero que pudieron. Los de ahora no saben ni quieren saber. Muestra de ello es la actitud del gobernador Fausto Vallejo, quien al visitar el municipio y escuchar las quejas de los damnificados no se quiso comprometer a nada. “No me voy a poner una camisa de fuerza”, dijo. Así de fácil.

Para Recordar
Dicen que el olvido es una segunda muerte y los anganguenses no merecen eso. Por eso vale la pena recordar la tragedia, pero no esa que arrasó barrios enteros y viviendas y vistió de luto a muchas familias, sino la otra, la que vino después.
Por ello aprovecharemos este espacio para hacer un repaso de lo que ocurrió con la “reconstrucción” de Angangueo, en la que se gastaron cientos de millones de pesos que nunca llegaron a su destino.
Cuando todavía el pueblo estaba enterrado en toneladas de lodo, el presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa, acudió a Angangueo y prometió la construcción de viviendas para las 500 familias que lo perdieron todo.
La construcción de las casas estuvo a cargo del gobierno del estado, que tenía que administrar el dinero que proporcionó la Federación así como aportar su parte. Sin licitación, sin transparencia, en un proceso severamente cuestionado, el entonces mandatario, Leonel Godoy Rangel, asignó el proyecto a la empresa Grupo Copris.
Era la constructora consentida de Godoy, a una de las pocas a las que se les cubrían sus adeudos con rapidez y eficiencia. Antes, en un acuerdo no muy claro, en el que estuvo involucrado el entonces alcalde Alfredo Olmos (que después presumía su riqueza), se compraron 50 hectáreas del predio Las Mesas.
A pesar de ser terrenos ejidales y en zona boscosa, cada hectárea se pagó en 250 mil pesos; es decir, un precio muy por encima de su valor real. Fue un negocio redondo, porque después resultó que el verdadero dueño era el alcalde Olmos, quien en el momento de la tragedia poco o nada hizo para ayudar a su propia gente.
Hubo, incluso, quien lo acusó de intentar lucrar con la ayuda que gran parte de México envió para Angangueo gracias a las imágenes de la inundación que llegaron a todo el país. También se mencionó que desvió despensas para beneficiar a allegados.
En fin, todo estaba listo para comenzar la construcción de las 500 viviendas. Los trabajos debieron iniciar el 28 de junio de 2010 y ser terminados, a más tardar, un año después, según el contrato firmado; es decir, a finales de 2011. Pero, claro, la empresa nunca cumplió y el gobierno del estado no impuso ninguna pena ni multa. A finales de 2011 sólo habían sido construidas 108 viviendas. Hoy, año y medio después de vencido el plazo, las viviendas siguen inconclusas. La mayoría no han sido entregadas.
Será difícil calcular cuánto dinero se ha perdido, pero de los datos que se conocen son de que en 2010, a meses de la tragedia, el gobierno federal destinó 450 millones de pesos a los ocho municipios del Oriente del estado que resultaron afectados por las inundaciones. De esta cantidad, casi la mitad se destinó a Angangueo. Pero hay que recordar que cientos de millones debían ser aplicados en toda la región y nunca se supo de su destino. Por ejemplo en Tuxpan, otro de los municipios muy afectados, se iban a construir viviendas.
Es importante cerrar el capítulo de la tragedia de 2010. Es necesario que la reconstrucción se concluya, que se cumplan los compromisos, que se apoye a este pueblo que se niega a morir. Angangueo debe dejar de ser un botín de políticos y gobernantes corruptos que lucran con la tragedia. Parece un sueño imposible…
Ricardo Rojas

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