A tres años de la
tragedia, Angangueo ha dejado de ser visto como botín, pero esto es simplemente
porque el dinero para la reconstrucción dejó de fluir. El que había se lo
robaron entre el entonces alcalde, el gobernador y, claro, la Federación. Pero
el trabajo no ha terminado, la problemática sigue presente, la herida no ha cerrado,
el dolor no ha sanado.
No podemos culpar
a la naturaleza salvaje que se ensañó con los anganguenses el 4 de febrero de
2010, como respuesta al mal manejo que se ha hecho de los recursos naturales para
enriquecer a algunos con la complicidad de las autoridades. Pero sí podemos
señalar a aquellos que volvieron a golpear a los heridos, a los que ya estaban
lastimados y a quienes prometieron ayudar y engañaron, robaron. El que la
tragedia de Angangueo siga presente es producto de la corrupción y la impunidad,
primero; y del olvido, después.
Ya nadie que no
sea anganguense y que haya vivido en carne propia el miedo a la lluvia
interminable, el estruendo que el agua fuera de control provocaba, así como los
deslizamientos de tierra, se acuerda de lo ocurrido.
Los gobernantes de
ese tiempo se llevaron todo el dinero que pudieron. Los de ahora no saben ni
quieren saber. Muestra de ello es la actitud del gobernador Fausto Vallejo,
quien al visitar el municipio y escuchar las quejas de los damnificados no se
quiso comprometer a nada. “No me voy a poner una camisa de fuerza”, dijo. Así
de fácil.
Para Recordar
Dicen que el
olvido es una segunda muerte y los anganguenses no merecen eso. Por eso vale la
pena recordar la tragedia, pero no esa que arrasó barrios enteros y viviendas y
vistió de luto a muchas familias, sino la otra, la que vino después.
Por ello
aprovecharemos este espacio para hacer un repaso de lo que ocurrió con la
“reconstrucción” de Angangueo, en la que se gastaron cientos de millones de
pesos que nunca llegaron a su destino.
Cuando todavía el
pueblo estaba enterrado en toneladas de lodo, el presidente de la República,
Felipe Calderón Hinojosa, acudió a Angangueo y prometió la construcción de
viviendas para las 500 familias que lo perdieron todo.
La construcción de
las casas estuvo a cargo del gobierno del estado, que tenía que administrar el
dinero que proporcionó la Federación así como aportar su parte. Sin licitación,
sin transparencia, en un proceso severamente cuestionado, el entonces
mandatario, Leonel Godoy Rangel, asignó el proyecto a la empresa Grupo Copris.
Era la
constructora consentida de Godoy, a una de las pocas a las que se les cubrían
sus adeudos con rapidez y eficiencia. Antes, en un acuerdo no muy claro, en el
que estuvo involucrado el entonces alcalde Alfredo Olmos (que después presumía
su riqueza), se compraron 50 hectáreas del predio Las Mesas.
A pesar de ser
terrenos ejidales y en zona boscosa, cada hectárea se pagó en 250 mil pesos; es
decir, un precio muy por encima de su valor real. Fue un negocio redondo,
porque después resultó que el verdadero dueño era el alcalde Olmos, quien en el
momento de la tragedia poco o nada hizo para ayudar a su propia gente.
Hubo, incluso,
quien lo acusó de intentar lucrar con la ayuda que gran parte de México envió
para Angangueo gracias a las imágenes de la inundación que llegaron a todo el
país. También se mencionó que desvió despensas para beneficiar a allegados.
En fin, todo
estaba listo para comenzar la construcción de las 500 viviendas. Los trabajos
debieron iniciar el 28 de junio de 2010 y ser terminados, a más tardar, un año
después, según el contrato firmado; es decir, a finales de 2011. Pero, claro,
la empresa nunca cumplió y el gobierno del estado no impuso ninguna pena ni
multa. A finales de 2011 sólo habían sido construidas 108 viviendas. Hoy, año y
medio después de vencido el plazo, las viviendas siguen inconclusas. La mayoría
no han sido entregadas.
Será difícil calcular
cuánto dinero se ha perdido, pero de los datos que se conocen son de que en
2010, a meses de la tragedia, el gobierno federal destinó 450 millones de pesos
a los ocho municipios del Oriente del estado que resultaron afectados por las
inundaciones. De esta cantidad, casi la mitad se destinó a Angangueo. Pero hay
que recordar que cientos de millones debían ser aplicados en toda la región y
nunca se supo de su destino. Por ejemplo en Tuxpan, otro de los municipios muy
afectados, se iban a construir viviendas.
Es importante
cerrar el capítulo de la tragedia de 2010. Es necesario que la reconstrucción
se concluya, que se cumplan los compromisos, que se apoye a este pueblo que se
niega a morir. Angangueo debe dejar de ser un botín de políticos y gobernantes
corruptos que lucran con la tragedia. Parece un sueño imposible…
Ricardo Rojas
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