Pese a la impugnación de la ahora ex candidata del PRI a la diputación federal, Sonia Rivas Espitia, todo parece indicar que el proceso electoral, al menos a nivel distrital, quedó atrás. Por un lado, Silvano Aureoles festeja su triunfo y, por otro, los ciudadanos parecen más interesados en pasar página.
Y es que, aunque
no se descartan sorpresas, se considera poco probable que el resultado
electoral que le dio el triunfo al PRI en las elecciones a la Presidencia de la República y al Senado, y al PRD a la
diputación federal, no variará.
Por ello, Silvano
se reunió recientemente con su equipo de campaña, para festejar su triunfo y
reconocer el trabajo. Ya con la diputación federal prácticamente en la bolsa,
fue más mesurado al momento de repasar sus muchas promesas que sembró en todo
el distrito.
Señaló que “la
lucha aún no termina, porque hay mucho que hacer. Las necesidades de la
población siguen vigentes”. Pero añadió: “Las soluciones no saldrán de la noche
a la mañana”.
A partir de ahora,
el cumplimiento de los compromisos de parte del senador y diputado federal
electo dependerá de la voluntad que tenga para hacerlo. Porque es claro que no
existe ninguna ley que lo obligue a hacer realidad sus promesas.
Por otro lado,
quizá sea sano, incluso como un ejercicio para analizar qué tanto poder tiene
en la región, que el PRI haga un balance de los resultados obtenidos en el
distrito.
Esto, porque si
bien en lo general ganaron dos de tres elecciones, como ya se mencionó, las
cuentas no salieron como alegremente se hacían antes del proceso electoral.
Lo anterior,
porque en los hechos, la candidata a diputada federal, Sonia Rivas Espitia,
resultó derrotada en seis municipios gobernados por el PRI. Ello, a pesar de
que había compromiso de los propios alcaldes y la estructura partidistas de
“sacar adelante” la votación.
Pero no. De acuerdo
a las cifras de la elección, Sonia Rivas ganó sólo en dos municipios priístas,
de los ocho que gobierna este partido en el distrito: Tiquicheo y Tzitzio. Y,
de paso, obtuvo triunfos en otros tres en los que el PRI no gobierna:
Angangueo, Áporo y Charo.
Lo demás lo
perdió. Incluso, Zitácuaro, considerado bastión tricolor, fue el que más
ventaja le dio al abanderado perredista: dos mil 500 votos. Lo mismo pasó con
otro municipio con fuerte presencia priísta: Jungapeo: ahí el Silvano Aureoles
aventajó por casi 500 sufragios.
El ejercicio de
análisis sería valioso para el PRI, al menos para que sepa en qué está parado;
esto es, que su supuesto domingo en esta región es, más bien volátil, por lo
que de una elección a otra la correlación de fuerzas puede variar sin
problemas.
¿Qué pasó en esos
municipios “priístas”? Fácil, que los líderes no cumplieron su promesa y no
trabajaron. Se sentaron a espera que el efecto “Peña Nieto” hiciera todo. Esto,
en el mejor de los casos, porque también se habla de traiciones, que nunca
faltan en la política.
Y es que son
insistentes las versiones –que tendrán que ser confirmadas por el propio PRI-
de líderes que jugaron las contras. Que por un lado llamaban a votar por Peña
Nieto y Chon, para quedar bien con
los de “arriba”, y por otro dejaban entrever que para diputado tenían cierta
simpatía por el PRD.
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